Father And Son
- Rodrigo Anaya Montesinos
- 19 jun 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 12 oct 2022
¿Por qué me tenía que arrebatar ese privilegio? No sé si inconscientemente, mi padre me dejó esa lección para cuando tuviera edad y madurez suficiente para comprenderlo.

1. Para iniciar
Antes de comenzar, sugiero acompañar esta lectura con "Father and Son" de Yusuf/Cat Stevens.
2. La historia de vida
Justo en ese preciso instante, mi gran cabezota, y mi pequeño e inmaduro juicio, no lograban comprender por qué la atención y la preocupación, se cargaban más hacia mi hermano menor, que hacia mí.
Quizá tres, o tal vez cuatro años antes, no lo recuerdo bien, mi padre, me había revelado la verdad tras la ilusión o fantasía de todo niño en gran parte del mundo, acerca del misterio de “Los Reyes Magos”.
Creo que en ese momento, lo comprendí de buena manera. Al fin y al cabo, "Los Reyes Magos" seguirían llegando para mí también. Pero ese año, mi padre, habló conmigo nuevamente.
Para ese 6 de enero, me dijo que "Los Reyes" no tomarían mi pedido, mi edad, había sobrepasado el límite. Como cualquier otro niño, pretendiendo, hormonal y físicamente llegar a la pubertad, me enfadé con él, y mucho, porque, cierto era que, me sentía más niño que preadolescente.
¿Por qué me tenía que arrebatar ese privilegio, esa desesperada ansiedad por dicha fecha? ¿Por qué apartarme de esa ilusión? Porque más que ilusión, se había transformado en codicia los últimos años.
No lo entendía. No lo aceptaba. ¡Me resistía al cambio! Yo quería mí NO merecido premio anual. Trabajando a muerte todo el año, cual asesor de ventas, para llevarse su jugoso bono de tercer, segundo y por qué no, primer lugar. No importándole si su meta fue conseguida de forma ética, o no.

Al igual que él, durante todo el año, yo hice de las mías, saqué de quicio a mi madre, pero, en el balance final, según parece, o al menos en mi autoevaluación eso reflejaba, logré obtener un performance por arriba del 90%. En pocas palabras, “No space for ethics my friend!”, el clásico, “El fin justifica los medios”. No matter what, yo quiero mi bono.
Mí arrogancia no se hizo esperar, mi boca se cerró a la par que la voz hacia mi padre. Era lógico, qué esperaban, si me quitó mi Tutsi Pop, y lejos de comérsela, la tiró a la tierra prohibiéndome levantarla. Aun así, me instó a acompañarlo para hacer el pedido de mi hermano menor. Algo forzado, lo hice, pero la curiosidad de ver lo que le esperaba a mi carnal, me hizo ceder a su petición. Y bueno, nos encarrilamos hacia aquella difícil empresa.
Ese año, aparentemente no hubo cambios en el itinerario. En general, las adquisiciones más grandes, se hacían un mes y medio o dos antes a la cita, dejando alguna pequeñez para el día del evento.
Como ya comenté, sabiendo la verdad, me convertí en el elefante de Baltazar en los años subsecuentes, es decir, su cómplice. Para comenzar, ese año acudimos por todo un día antes.
No me cayó de extraño que fuéramos a surtir a las calles del centro del entonces Distrito Federal. Aunque suponía que se iba a tiendas departamentales o especializadas. No le di importancia. Cuando llegamos al mercado, me sorprendió su enormidad, la cantidad de gente y la proveeduría, había de todo. Lo que yo no sabía, es que aquellos productos, en su gran mayoría, eran lo que llamaban "fayuca".
Recuerdo perfectamente lo que mi hermano escribió en su carta para ese año. Él quería una minivan que se transformaba en una miniciudad; en donde había una estación de gas, un lavado de autos, estación de bomberos, y diminutas vías de tránsito donde circulaban unos carritos llamados "micromachines", entre otras cosas. En realidad, algo alucinante para la época.
En su carta, también pedía una consola de videojuegos, creo que por aquel entonces, estaba de moda el Nintendo 64, y alguna otra cosa pequeña agregada a la carta.
En aquel laberinto de proveedores, después de una ardua búsqueda, por fin encontramos la dichosa minivan-ciudad, solo que no era la que veíamos en la TV. Era una más compacta y menos atractiva a la vista. Mi padre, hizo los trámites pertinentes, aderezando a la minivan con un par de juegos de cochecitos de 5 unidades cada uno. Hizo lo propio con otro proveedor, para alcanzar a llenar la carta de mi hermano.

Y al final, todavía después de mi berrinche, me pidió escoger algo no tan ostentoso. Algún balón de fútbol encargué, seguramente. Antes de partir, le comenté a mi jefe que hacía falta la consola, a lo que él respondió: "ese tema ya está resuelto ¡Vámonos!".
Ese 5 de enero, la impaciencia no se hizo esperar. A mi carnal lo atrapó el insomnio. Mi papá, sugirió, como cada año, poner un zapato debajo del árbol, lavarse la cara antes de dormir, e ir al cuarto a hacer "meme".
Ya instalados en nuestra habitación, mi carnalito nos preguntaba a mi hermano mayor y a mí, a qué hora podía levantarse para ver si "Los Reyes" habían llegado. Entre dimes y diretes el sueño hizo mella, mientras Morfeo hacía de las suyas.

Exactamente a las 4 a.m., cual despertador inglés, el chamaco se despertó, se incorporó y se dirigió al árbol de Navidad. "Los Reyes Magos" tenían completada su chamba.
Rápidamente, mi hermano se abalanzó al dormitorio para despertarnos y ver lo que al afortunado niño le habían traído. Contrario a lo que yo hubiera esperado, por no recibir exactamente lo que solicitó, la cara de felicidad de mi hermano no cabía en sí misma.
No se cansaba en decir "¿Ya viste? ¿Ya viste? ¡Mira! Lo que les pedí". Para mayor sorpresa mía, lejos de tener la consola de videojuegos, mi padre hizo que le grabaran unos cuantos juegos en unos diskets de 3 ½ de alta densidad para que se pudieran jugar en aquella vieja computadora de escritorio Compaq que teníamos.
Luego de juguetear un ratito con la minivan, mi hermano encendió la computadora, comenzando a insertar los diskets, y a darle play a los juegos. Estaba muy emocionado el cabrón. Y yo, contagiado de su alegría.
3. La experiencia
Años más tarde, no precisamente al convertirme en padre, sino un par de años después, haciendo retrospectiva de aquel día, entendí muchas cosas.
Recordé que en ese año, mi papá tuvo una muy mala racha en su trabajo, por lo que no la estaba pasando bien, en pocas palabras, no había la abundancia que acostumbrábamos años anteriores. En consecuencia, el presupuesto era mínimo.
Me imaginé, primero que todo, lo complicado de decirle a tu hijo: "este año ya no te toca", sin hacer referencia a la solvencia económica familiar. Pero, aun así, darle un pedacito de amor, dejándolo escoger su obsequio, para no dejar muerta su ilusión, o tal vez la ilusión de mi padre, al ver a sus hijos sonreír.
También logré darme cuenta de que, siempre, hizo todo lo posible por cumplir con sus funciones de padre, no importando cual fuese la situación. Sobre todo como cabeza de familia, llevas una misma línea durante muchos años y, de repente, un bajón lo puede quebrar todo. El sentirse insuficiente o incapaz, debe ser un madrazo que no cualquiera aguanta.

Recordar la satisfacción de mi hermano ese día de "Reyes", y entender que lo provocó mi papá, con la sabiduría de una persona que ha educado para agradecer que te dieron, y tienes. Además, de no exigir lo que no alcanzas a comprender en la niñez, no es nada fácil.
No sé si inconscientemente, mi padre me dejó esa lección para cuando tuviera edad y madurez suficiente para comprenderlo. Lo que sí sé, es que es uno de los actos más nobles, humanos y amorosos que he visto, entendido y comprendido de un padre hacia sus hijos, y aunque el detalle fue más hacia mi hermano, el recuerdo, la sensación y, en especial, la experiencia, me los quedé.
4. Dedicatoria
Haber conocido esa faceta de mi padre, a pesar de los años que tardé en asimilarlo, no tiene precio. De su enseñanza, ahora sé que el trabajo con mis hijos será arduo. Superarlo será difícil, sin embargo, estoy convencido de que hizo su mejor esfuerzo y como padre, me educó, me amó y me sigue amando. Ahora sé que lo dio todo para que yo sea un buen humano, un buen padre.
Por eso, cuando alguien menciona que tiene el mejor padre del mundo, le creo, porque seguramente, habrá una historia similar a la mía, pero aun así... ¡YO SIEMPRE TENDRÉ EL MEJOR PAPÁ DEL MUNDO! Gracias, papá ¡TE AMO!
Feliz día a todos los papás.
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